P.O.V: Melody
Comprendí
que debía convertirme en humana ni bien despegó el avión.
Así que mientras Alex fingía dormir, yo me dedique a
escuchar música con mis auriculares, como algún que otro humano nervioso por el
vuelo lo hacia. Más tarde fingiría dormir e ir al baño.
Esencial,
mi querida Melody, es ir al baño. Reprodujo mi cabeza con la varonil voz de
Sherlock Holmes. Contuve una risa con el dorso de mi mano. Hacía alrededor de
un año había ido a ver esa película con Alex y Phil, y no habíamos podido hacer
que este último dejara de hablar de esa forma por más o menos un mes.
Encendí el reproductor aún con una sonrisa en
los labios que se ensanchó al dar inicio una de mis canciones favoritas; While My Guitar Gently Weeps, de los
Beatles, escrita por George Harrison, mi favorito desde tiempos remotos, cuando
usaba colorinches pantalones de piernas ensanchadas o aquellas casi minifaldas
que mi padre odiaba. Mi padre…
La canción había sido
compuesta apenas un año antes de convertirnos en lo que ahora somos, es fácil
adivinar que tengo un cierto apego por ella.
Miré para mi costado y vi como Alex de a poco
se aburría. Estaba simulando espectacularmente a una persona, sin embargo eso
no le sacaba el tedio que representaba jugar a los seres humanos.
—Señorita ¿desea algo de comer?—me preguntó una azafata muy
cordialmente. Había pensado que algo así sucedería, y era normal que los
humanos a veces no comieran en los aviones. Mareos, nervios o simple
desconfianza a lo que te estaban ofreciendo, así que simplemente negué
tocándome el estómago y entrecerrando los ojos. No era necesaria tanta
parafernalia, pero de alguna manera me resultaba divertido.
Llegadas
a un punto yo simulé dormir y Alex aprovecho para hacer de todo. Desde ir al
baño, leer, beber café, escuchar
música y hasta hablar con un ancianito que la encontraba parecida a una actriz
de su época. En ese sentido Alex es mucho más suelta y natural que yo. Ella
salía periódicamente con Phill al centro comercial de Liverpool, a la plaza, a
todo lugar concurrido al que pudiesen ir para divertirse, rodeándose de
humanos, aprendiendo sus costumbres y maneras de vivir. Yo casi siempre
declinaba sus invitaciones y me quedaba con Heff a ver televisión, escuchar
música o experimentar con nuestros poderes de manera más bruta. En pocas
palabras, yo resultaba un tanto más inexperta que ella al tratar con personas.
Apenas arribamos en Seattle un sentimiento de pertenencia me ataco con
fuerza, me caló los huesos como solo No Leaf Clover podía hacerlo. El lugar era
lluvioso y hasta sombrío, perfecto para nosotras. Podríamos conocer con
tranquilidad los lugares históricos, después de todo Seattle era la cuna de mi
música favorita, la mía y la de Heff.
—Estamos
aquí—murmuró Alexandra dirigiendo sus ojos dorados de punta a punta. La
contemplé por un rato y luego volví mi vista a la ciudad. Colmada de un
sentimiento que no podía definir por completo, solo sabía una cosa; este lugar
me traería algo.
—Estamos
aquí.